Así les suelo llamar aquellos que con falsas apariencias suelen sentir que están más cerca de Dios que otros, a veces siento que la trinidad debe de abrir más espacios y dejarles a ellos dominar, porque se sienten a veces más santos que Dios, inclusive más que el mismo vulgo. Te juzgan por tu apariencia o tu forma de vestir, creen que una corbata o una camisa a mangas largas los hace bajar la unción y ser los únicos que han comprado la franquicia de sanar, prosperar y declarar situaciones a veces hasta imposibles de creer pero que ellos venden al mejor postor. Sueñan con maravillas que únicamente suceden a ellos pues fanfaronean su vida de largas horas de oración falsas. Religiosos que el mismo Jesus criticaba, exigiendo pesos que ni sus padres podían llevar pero ellos hacían cumplir al pueblo, que cansado por una ley demasiado pesada demandaba un Creador-Salvador. Me encanta como me das libertad, como me haces sentir feliz como soy, sé que ante ti no tengo que fingir algo que no soy, y que a cualquier lugar, hora o necesidad tú estás ahi. No sabes cómo disfruto como incomodar a los religiosos, que si estuviéramos en otro tiempo ya hace mucho nos hubieran quemado en la hoguera, alabamos a Dios por la gracia porque no nos da libertad para pecar, pero si la libertad de ser aceptados ante el. Recuerda que Dios mira de lejos al altivo, pero al humilde aquel que no se cree más valiéndose de un cargo o una posición momentánea que Dios ha permitido disfrutar lo mira de cerca. Recuerdo esta parte Biblica "
El Fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: 'Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos", una Biblia más grande no te hace más santo, gritar más no te da el derecho de menospreciar al otro, saltar no es estar en gozo, y aquel no porque no aplaude, es una forma de vida, una forma sobrenatural de obediencia que no necesitas grandes títulos como "apóstol, profeta, varón de Dios" que te hagan sentir importante, así que desnúdate siempre delante de Dios y se el mismo niño juguetón o travieso que siempre eres, pero ten en cuenta que sobre todas las cosas te juzgará Dios.
